El instante Eterno: el pensamiento del vientre

"No hay lugar para proponer las bases, las reglas, la organización de un mundo mejor. La voluntad se canta, se grita, se patalea...antes de ser de lo instituido, una sociedad proviene de lo instituyente....Porque es de goce de lo que se trata en lo vivo. Goce aquí y ahora. Goce por excelencia: el del mundo. Goce gracias al mundo tal cual es. En efecto, sólo hay voluntad colectiva, de fuerza interior, de mito vivido en común, si hay AFECTO compartido." Michel Maffesoli, 2000.-

lunes, 1 de octubre de 2007

Por error, entra un Marciano y sale Galeano...

ignoro cómo se produjo el error, sólo puedo repararlo señalando que la autoría de este texto es de Marciano Durán y que el título es "Desechando lo desechable".
En este vínculo puede leer el texto original.

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Por qué todavía no me compré un DVD
Eduardo Galeano

Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.

No hace tanto con mi mujer lavábamos los pañales de los críos. Los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita; los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar. Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda (incluyendo los pañales). ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables!

Si, ya lo sé. A nuestra generación siempre le costó tirar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el bolsillo y las grasas en los repasadores. Y nuestras novias se las arreglaban como podían con algodones para enfrentar mes a mes su fertilidad.

¡Nooo! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto.
Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.
¡Guardo los vasos desechables!
¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez!
¡Apilo como un viejo ridículo las bandejitas de espuma plástica de los pollos! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos!

Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida. ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, fiambreras de tejido y hasta palanganas y escupideras de loza. Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de heladera tres veces.

¡Nos están fastidiando! ¡¡Yo los descubrí. Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las medias suelas de las Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando sommiers casa por casa?
¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros?

Todo se tira, todo se desecha y mientras tanto producimos más y más basura. El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad. El que tenga menos de 40 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el basurero!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de........... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon.
La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en San Juan. Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban.

De por ahí vengo yo. Y no es que haya sido mejor.
Es que no es fácil para un pobre tipo al que educaron en el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo' pasarse al 'compre y tire que ya se viene el modelo nuevo'.

Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que además cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real. Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo)

Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.
Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar(porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita.
¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto.
Y guardábamos. ¡¡Como guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!!
¡Guardábamos las chapitas de los refrescos! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

Las cosas que usábamos: mantillas de faroles, ruleros, ondulines y agujas de primus.
Y las cosas que nunca usaríamos. Botones que perdían a sus camisas y carreteles que se quedaban sin hilo se iban amontonando en el tercer y en el cuarto cajón.
Partes de lapiceras que algún día podíamos volver a precisar. Tubitos de plástico sin la tinta, tubitos de tinta sin el plástico, capuchones sin la lapicera, lapiceras sin el capuchón.
Encendedores sin gas o encendedores que perdían el resorte. Resortes que perdían a su encendedor.
Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables.
Y las Gillette -hasta partidas a la mitad- se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave.
¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.
Las cosas no eran desechables. Eran guardables.
¡¡Los diarios!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para poner en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver!!. ¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!
Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los cuentagotas de los remedios por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos. Y las cajas de cigarros Richmond se volvían cinturones y posa-mates y los frasquitos de las inyecciones con tapitas de goma se amontonaban vaya a saber con qué intención, y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'este es un 4 de bastos'.
Los cajones guardaban pedazos izquierdos de palillos de ropa (broches) y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en un palillo.

Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada. Ni a Walt Disney.

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡minga que la íbamos a tirar! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas.

Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se tansformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de bollones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella.

Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.
Ah¡ No lo voy a hacer!
Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable.
Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas.

Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer.
No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne.
No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo y glamour.
Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares.
De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la bruja como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva.
Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la bruja me gane de mano y sea yo el entregado.
Hasta aquí.
Eduardo Galeano
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1 comentario:

REDESSOLES dijo...

Vale, acabo de entrar en vuestra página. Pondré el original. No tuve más intención de quién gusta de la literatura, que compartir un texto que me pareció genial...Yésica Venega

Construir redes en la complejidad - Tomás Villasante

De alguna manera en lo pequeño está lo intermedio y lo grande, y lo grande sólo se entiende desde las dinámicas de lo más minúsculo...Las redes más complejas en las que siempre interactuamos (familiares, trabajo, ocio, vecindad, etc.), son las que nos constituyen, y las que nos pueden aportar precisamente nuevas oportunidades, tanto de reduccionismo como de complejidades creativas. Lo otro, los otros, pueden ser el infierno, o puede que sean la esperanza. Porque ya están dentro de nosotros, lo sepamos o no, y porque cada cambio relacional supone un estilo ético de hacer las cosas que nos constituye, y construye a los demás también. Por eso no estamos hablando de acercarnos a los otros, las otras, tanto por sus derechos esenciales, por semejantes a nosotros/as, sino sobretodo por sus diferencias que nos enriquecen, por las relaciones complejas que nos pueden favorecer o empobrecer a todos/as. Todo depende de cómo vayamos a tratar las relaciones con las otras cosas o personas".

La Sociedad de Redes - Fernando Mires

"La llamada "autonomía de la esfera económica", y la utopía negra relativa al "totalitarismo del mercado", al ser interferidas por múltiples redes, serían simples imposibilidades...Las interferencias mencionadas no solo pueden ser realizadas desde el Estado, sino desde muchas esquinas, que pueden ser sociales, políticas y culturales."

Encuentro de la Economía Solidaria en Temuco: el antiguo y reconocido gesto de la reciprocidad

Ayer se fue nuestro último invitado, y sentada en la oficina, abro mi nuevo correo...entre la ruma acumulada afloran los intercambios sostenidos en el encuentro de Temuco...gratitud, afectos, reconocimiento, reencuentro, alegría, motivación, sentidos, esperanzas, fiesta, fraternidad, generosidad, hospitalidad, es la voz de personas, organizaciones, redes y movimientos de la américa latina que miran lo local y lo global para dialogar y aprender en la diversidad, y aprender también en la complejidad que dicha diversidad genera.

Para REDESSOLES deviene el debate, las interrogantes, los nuevos y viejos desafíos que nos permitan decantar el espacio en que queremos que viva esta red, porque uno de los primeros aportes de este encuentro fue ver aparecer a los y las productoras en nuestro país y queremos que esta visibilidad se sostenga y crezca, y constituye, por ende, el mayor desafío para REDESSOLES, cómo hacemos para contribuir a esta presencia protagónica de los y las productoras desde actorías diferentes. Tenemos las ganas, el deseo, a veces no sabemos cuáles son esos caminos, y por eso buscamos aprender, y empero, tenemos el compromiso con este buen vivir aquí y ahora...

También sólo tenemos orgullo del Espacio Mercosur Solidario del cuál formamos parte, y un profundo reconocimiento a todos todas las presencias de Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil, pues más allá de los sueños compartidos, es la emocionalidad del amor y el entusiasmo que nos moviliza de país en país para avanzar en esta construcción colectiva...

especiales agradecimientos a la delegación del pueblo ecuatoriano y a nuestro amigo Rubén Tapia, que ha estado acompañando nuestros procesos desde siempre, y que en esta ocasión nos acompañara en el seminario y facilitando el debate del EMS,

gracias a Marisol, que hizo presencia por la REDESOL de Colombia, y que fue posible por la reciente gira a Ecuador,

agradecemos la presencia de Nedda Angulo, quien nos nutriera acerca de la Red Intercontinental de Promoción de la Economía Social y Solidaria, RIPESS, máxime considerando que es organizadora del evento LIMA + 10 que ha de realizarse en estos días...

finalmente, gracias a nuestros ponencistas, que naturalmente, hicieron sus aportes más allá del Seminario: Euclides Mancé, Leonel Betancur, Pablo Guerra;

GRACIAS a todos y todas por poner en escena este antiguo y reconocido gesto de la reciprocidad que pone a la Economía Solidaria en movimiento...